en los documentos desclasificados del
Consorcio del Antideseo en la Abadía de Carfax, Colono
Vivimos a punta de ganas, pero todos nuestros edificios
son falansterios vigilados,
panópticos, bibliotecas como la de Babel:
tienen ahora un libro sagrado, se titula Vigilar por vigilar;
creo que lo escribió un filósofo japonés de origen ario,
es un libro de un estilo abigarrado y subliminal,
algo así como el Finnegans Wake, pero en japonés ario,
dicen que es intraducible, que contiene maldiciones
eternas, sin nombre, para quien se atreva con su traducción.
Tú sabes, querido Edipo, lo dañinos que son los libros sagrados
escritos por los pueblos miserables que se creen los elegidos.
Después de Babel, esa fiesta en que nadie entendía nada,
pero éramos felices descifrándonos
en nuestros coitos, el único esperanto.
Tú, que fuiste el chivo expiatorio, tú, que vagas en el destierro,
muy bien lo sabes y sangras de tus cuencas por ellos.
Cuídate, querido Edipo, que aún te necesitamos.
Ni los espejos ni los fractales son tan eficaces como Tú.
Nadie cortaría un nudo gordiano por un espejo o un supuesto Azar.
Hace algún tiempo (remoto) aún hacían retratos hablados de ti.
Te acusaban de la muerte de padres y reyes.
Ahora solo es un souvenir, a un mísero yen,
cada retablo hablado tuyo en el destierro, acompañado
de tus hijas, lazarillas tan putitas, pero siempre fieles a su padre.
¿Que carretera perdida te desampara?
¿Qué gasolinera o motel embrujado te cobija?
¡Pasar de héroe trágico a personaje de un cuadro de Hopper!
Querido Edipo, cómo nos cambia el Destino.
Pero aún quedan padres y tiranos en esta horda crepuscular, y
espero que la ceguera te traiga sabiduría y fuerza
para dar con los hideputas en sus recónditas madrigueras.
Tuya, Aurelia, desde un sueño improbable, sin data.
Tomás Harris
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