XXXII
Te lo ruego, dulce Ipsitilia mía,
encantos y delicias de mi vida,
invítame a tu casa por la siesta
y hazme este otro favor, si es que me invitas:
que nadie eche el cerrojo de la puerta
y ten tú la bondad de no salir.
Mejor quédate en casa preparada
para echar nueve polvos sin parar.
Aunque invítame ya, si vas a hacerlo,
que acabo de comer y, panza arriba,
atravieso la túnica y el manto.
Catulo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
es muy bueno
Publicar un comentario