DICIEMBRE
Constancia de la escarcha, cada vez
más blanca, más helada. Parecía
que el fulgor salino de los cristales
hubiera transformado la esencia de las cosas
al cubrirlas: tus pasos cruzaban aquel mundo
como si de un momento a otro fuera a romper
en campanas de vidrio, o en helados vibráfonos,
y la luz golpeaba las colinas inermes
y les daba relieve: alineados
en lo blanco, los árboles mostraban
nervios de taracea, mínimos, irreales,
y el sol daba de pleno en su leve armadura
que pronto, en una sola tarde, se desharía.
Caminamos por Madison.
Es el final
De una tarde de invierno: la niebla
Suprimió los alcances de la vista
Mientras los ríos (no los podemos ver)
Defienden su derecho a la isla que rodean.
Tanto del entorno, lo no visto -
El desamparo más allá de las torres cercenadas por la niebla
-
Pesa sobre nosotros a esta hora:
Saboreamos el vino de la soledad de los espacios
En el mismo instante en que elegimos la calle
Que parece un hogar al que se vuelve, convertida
De pronto en fiesta cuando entramos en ella
Con el olor de las castañas en los braseros de la esquina.
Charles Tomlinson
miércoles, 17 de octubre de 2007
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