jueves, 18 de octubre de 2007

La variación de la palabra
deja resbalar el pensamiento
a lo largo de la página.
Como un espectro luminoso
el verbo cambia lentamente
y palidece.
Son injertos graduales,
cada signo conoce
un alba y una tarde.
A veces mueren
pueblos de vocablos
según las carestías
silenciosas de la mente.
También ocurre que lleguen a la hoja
nombres imprevistos, nómadas
que vagan por un tiempo
antes de desaparecer.
Yo observo todo esto
porque soy el guardián del cuaderno
y antes que anochezca hago la ronda
para cerrar las puertas.


Valerio Magrelli

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