En un partido de tenis femenino
la arquitectura de los cuerpos se moldea en una blusa húmeda
una faldita cómplice que a ratos deja ver
entre los muslos sudorosos un trocito de calzón
mezclado con los gemidos de cada raquetazo
el ritmo en la muñeca
quebrándole el servicio a la soledad
derramándola aceitosa sobre un sillón para ver televisión
Christian Aedo
jueves, 18 de octubre de 2007
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