OTRA MONEDA
Y el dialecto de ellos, moneda de la infancia,
aunque la infancia fuera nuestra sombra
que pesa sobre la levedad de otro paladar ínfimo
-el diapasón,
diapasón para todos,
de la primera moneda -aguda en cada orden.
Entre la orfandad y el colmo de las madres,
las tías y las primas y las abuelas,
y abuelos padres,
tíos y primos últimos,
granizo de verano sobre cada imagen;
vago error en cada compás del caos.
Debiste de ir al fondo,
contar cada detalle, cada pelito, y
Cómo se hacía el dinero en el metal,
cómo se dibujaba su poderosa métrica
infantil cuando al comienzo
ellas también tenían
bellezas del balbuceo: tin-tin-eo.
Pero no tienen estilo,
y aunque tengan repeticiones, sílabas,
se llaman monedas;
susurros parecidos, altos agudos pistilos
como en las flores;
no tendrán el asidero de tus sueños,
ni tu verdad, ni tu sigilo de la forma
en esa trama en zig-zag parecida al toma
y daca.
¿Quién puso de relieve la regularidad oculta
de ciertos afectos tan vivos
que parecían desordenados?
Arturo Carrera
domingo, 24 de febrero de 2008
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