(fragmento)
He dejado morir mi aliento feroz estupefacto de enredos y aceros calientes. He muerto de inanición y de impotencia ante la desesperación. He conocido esa instancia de suplicio y mordeduras. Y he marginado mi voz a todo tipo de señales ocultas. He viajado por los pueblos y conocido la enfermedad. La enfermedad que aliviana lo oscuro. La enfermedad de la ignominia y el dolor.
Paso a paso, día tras día, he formado alianza con los muertos, los desquiciados, los alienados, los débiles de alma, los raros y sucios animales nocturnos. Y he sabido del sacrificio de los circos.
Ahora que llega la neblina, sé que debo traslucir los metales de esta locura. Nada mejor que los ojos tallados buscando el alimento que atesoran los bosques. He mascullado palabras para el sicótico, el paranoico y el maníaco depresivo. De esta profunda trayectoria espiritual, he encontrado la mística de los valles y los montes.
Sé de los horrores de la ceguera, de las depresiones endógenas y del proceso contemplativo de las purificaciones, Es por ello que renuncio a despertar, a no asumir el todo como un sueño, un sueño de sombras y locura, de catarsis y delirio, de hijos inexistentes y muertos en vida.
Paso a paso, día tras día, he formado alianza con los muertos, los desquiciados, los alienados, los débiles de alma, los raros y sucios animales nocturnos. Y he sabido del sacrificio de los circos.
Ahora que llega la neblina, sé que debo traslucir los metales de esta locura. Nada mejor que los ojos tallados buscando el alimento que atesoran los bosques. He mascullado palabras para el sicótico, el paranoico y el maníaco depresivo. De esta profunda trayectoria espiritual, he encontrado la mística de los valles y los montes.
Sé de los horrores de la ceguera, de las depresiones endógenas y del proceso contemplativo de las purificaciones, Es por ello que renuncio a despertar, a no asumir el todo como un sueño, un sueño de sombras y locura, de catarsis y delirio, de hijos inexistentes y muertos en vida.
Raúl Hernández
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